Este sábado 31 de octubre nos acercamos a visitar la Sierra de Enmedio con la idea de
conocer más sobre el entorno tanto a
nivel geológico, hidrográfico como paisajístico. Pero estas rutas siempre
deparan sorpresas, gracias a nuestros bien informados guías, por lo que también
pudimos conocer aspectos históricos y
literarios del entorno.
La sierra recibe este nombre por
encontrarse entre los ríos Tajo y
Guadiela y forma parte de la Sierra
de Altomira, un espacio natural protegido dentro de la red Natura 2000 como Lugar
de Importancia Comunitaria (LIC). El 59% del área está localizado en el
sureste de la provincia de Guadalajara y el 41% en el noreste de la provincia de
Cuenca.
Nos encontramos un grupo numeroso
junto a la presa de Buendía, en la
provincia de Cuenca. Es un embalse con una capacidad de 1639 hm3 y actualmente cuenta con 220 hm3, un 13,42 % de su capacidad. Es, junto al
embalse de Entrepeñas (Sacedón), con capacidad de 835 hm3 y agua contenida de
110 hm3 (13,17 % del total), objetivo del polémico trasvase de agua Tajo-Segura
que comenzó en 1979 y que está propiciando la escasez de agua en los municipios de la
cabecera del Tajo y el consiguiente despoblamiento del medio rural. Al
trasvase, como es lógico, se oponen las poblaciones ribereñas, que ya han
realizado numerosas protestas y manifestaciones y han creado la Plataforma
Ciudadana de afectados por el Tajo-Segura.
Con la construcción de la presa en 1958 las
poblaciones de Santa María de Poyos
y La Isabela fueron anegadas por el agua. Este último
municipio fue un Real
Sitio construido en 1826 a capricho de Fernando VII y bautizado con ese
nombre en horno de su mujer, Isabel de Braganza. Al rey le habían llegado
noticias del poder curativo de sus aguas que ya existían desde época de los
romanos y decidió construir un balneario. De hecho, cerca de allí, en
Cañaveruelas, se encuentran los restos de la ciudad
romana Ercávica. Un siglo después, en los años 30, La Isabela acogió
fiestas y charlestón y con la Guerra Civil española pasó de albergar a la
burguesía y a personalidades de la cultura a convertirse en un hospital
psiquiátrico, hasta que terminó sepultada bajo el agua. En 2007, la periodista
Teresa Vieja descubrió el lugar e hizo el documental (y posterior novela) La memoria del agua.
Después repartidos en varios
coches nos dirigimos hasta el aparcamiento donde daba comienzo la ruta
senderista. Recorrimos el impresionante barranco de la Virgen de los Desamparados,
cuyo entorno geológico está
compuesto de calizas, dolomías, areniscas y conglomerados. Llegamos hasta la Ermita de Nuestra Señora de los
Desamparados. De ella, cuenta la leyenda que en el siglo XVI un soldado
valenciano trajo la virgen a la iglesia de Buendía, de donde desapareció en
varias ocasiones para encontrarse junto a la ermita que le da nombre. Fue un
paseo agradable y tranquilo y con un entorno precioso si no prestamos atención a
los numerosos tendidos eléctricos que lo afean un poco.
Apenas se atisban restos del
incendio que sufrió toda la Sierra de Enmedio en 2003. Tuvimos la oportunidad de
disfrutar de un lugar lleno de fallas,
pliegues, ciudades encantadas y de vegetación variada como pino carrasco,
encina, quejigo o boj. Para los amantes de las aves, avistamos, sobre
todo, aquellos que fueron provistos de prismáticos, una garza real, azulones,
grullas, varios buitres y algún que otro ánade.
Tras un pequeño descanso, la
mayoría continuamos un par de kilómetros más, con alguna que otra subida
traicionera, con el objeto de ver el llamado Desierto de Bolarque, un paraje donde
entre los siglos XVI y XVII los monjes
carmelitas construyeron monasterios y ermitas (hasta una treintena) como lugar de culto y retiro. A mitad
de camino contemplamos las
espectaculares vistas de un meandro del embalse.
Finalizamos la excursión con el
regreso al merendero de la Ermita, donde comimos y charlamos. El camino de
regreso, gracias a la luz del sol, nos permitió mirar con otros ojos las hoces y el
pantano. El reflejo casi perfecto de la piedra en el agua y la calma de la
corriente recreaba hermosas imágenes en
la superficie que hacían pensar en las pinturas impresionistas del siglo
XIX.
Un lugar plácido y tranquilo, en el que si
cerramos los ojos, podemos darnos cuenta de la belleza de la naturaleza que nos
rodea y de todo lo que nos ofrece y, por tanto, de la responsabilidad que
tenemos el ser humano de no causar daño al entorno en el que vivimos.
¡Hasta la próxima!
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